Pequeños demonios atlantes



Al llegar a la segunda ola, ya había desalojado las 6 cervezas bebidas.
Esa buena habilidad de soltar el exceso de liquido al sentir agua alrededor,
entra a 3 grados y sale a 37, una sensación casi amniótica.
Comienzo a medir el romper de las olas, establezco la secuencia...
2,1, 3,6 son como pequeños alaridos espumosos...
La serie del tres llega a los 3 metros, me escondo en un repliegue...
y me sumerjo.
Hace tiempo que ya no abro los ojos bajo el agua,
tengo tanta confianza en este océano, que le otorgo mi vaivén,
me dejo llevar por los remolinos que me cosquillean la espalda.
Un grupo de surferos juega con las olas mayores en los funboards,
las recortadas tablas vuelan sobre las cabezas,
las risas se llenan de espuma como pequeños demonios atlantes.
Una tabla amarilla con tribales rojos me roza el hombro,
la agarro con la mano izquierda, y la monto como pequeño corcel,
por un momento me siento el rey del rompiente,
si me parto los piños, me cagaré de risa,
y al final del revolcón me tiraré cerca de la orilla, como lo hacía de pequeño,
sentir el frío Atlántico, calmar su brío en la cálida arena,
mientras mi piel se eriza por el choque de elementos dispares.
Me sobra el aire al respirar, como alimentado por agallas,
si el mar me tragara en este momento, podría dormir la siesta en el fondo de coral.
Toda este nirvana frágil se esfumó con el grito de Steve...
A 50 metros, su voz resacosa rasgó la brisa calma...Eh tío! quiero mas cerveza!...
Me incorporé sin volverme al malecón, entré en el agua de golpe.
Hey Yo! escuché antes de volverme a sumergir.
Al recuperar la superficie, de nuevo escuché la voz desagradable del gringo.
Steve era persistente, venía en mi busca y no pararía hasta conseguir su objetivo.
Erguido sobre el rompeolas, medí de nuevo la secuencia de las olas...2,1,3
Me giré hacia Steve, le hice un ademán de película... ven para acá majete...
2,1,3...la pequeña cresta se hizo gigante ante su cara,
toda la pared de la ola le cayó encima como un gran mazo,
Steve desapareció entre una marea espumosa,
Cien metros de revolcones, el bañador azul de palmeras emergía a espasmos,
un brazo salió de repente, un pie diez metros mas allá, del mismo cuerpo, asumo.
Como saco inerte se dejó caer de bruces en la orilla, intentó levantarse,
no tuvo suerte, volvió a caerse pateado por una ola orillera.
Un tercer intento, y salió gateando fuera del agua.
Con su doble mareo, fue hacia la entrada del malecón,
vacilante se aferró a la barandilla de la escalinata.
Sentencié articulando en silencio mis palabras...
No necesito mas amigos, los que tengo son bastantes ya.
Y miré a mi alrededor...
las risas se llenan de espuma como pequeños demonios atlantes.

2 comentarios:

Petri dijo...

Steve era amigo tuyo? es que ya te vale pobre hombre :)

Bss

PD- Estoy intentando descifrar el comentario que me dejaste.

Mía dijo...

Zarpa.
A oscuras, pero zarpa.
Greacias por las letras.
Cuídate.
;-P
Ciao