Este otoño no hiciste mas que borrar las huellas de tu sombra, la luna no te va a salvar de los despechos de abrazos no correspondidos.
Dos días a tu lado y tus caricias me convierten en el amante que nunca tuviste. No consigo entender tu desnudez y me apesadumbra el fragor de tus palabras, me hace sentir el último deseo del después.
Aún de madrugada, pones en mi un cuando y un qué, mañana seré otro y tu serás tu misma.
May J. golpeó a su amante con el radio alarma CD, y en ese movimiento fugaz, se fue el engaño de la mismisima vanidad extraña, que empuja las intenciones marchitas de los que aspiran mas de lo que desean.
Según me cuentan May J. fue feliz y murió sin saberlo, mas allá.
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