Me querés a cuatro amor?

Cuando oigo el eco de estas palabras, se me encoge el escroto y hasta la próstata.
No recuerdo en que momento perdí los papeles con esa flaca.
Me engatusaba de tal manera que le hubiera dado hasta mi grupo sanguíneo.
Creo que hubiera desenterrado a mi vieja por ella.
Me miraba como gata en celo, se restregaba contra mi, con la menor excusa, y si me pedía plata, se la daba sin recelo. Si hubiera sido puta, viajaría en jet al trabajo, así era su poder.
Me encantaba verla desplegar todas sus habilidades, cuando salíamos por ahí.
Recibíamos botellas de mesas distantes,  ella reía, y brindaba al vacío, apoyando los labios en la copa de la manera que lamia todas las braguetas de una vez.
Yo la veia de vez en cuando, en algún momento compartimos apartamento, soledad y desencantos.
Nuestra amistad creció, de esa manera que crece algo tuyo, que valoras y proteges.
Follábamos? pues si, de vez en cuando, de la manera que lo hacen los extraños recurrentes, sorprendiéndose de lo satisfactorio del encuentro efímero. Ese sexo que canaliza orgasmos retenidos por tantas noches de insomnio.
No te parece linda la rubia de la barra? me preguntó.
De la manera en que lo hizo, podía esperar cualquier cosa, la rubia con ella, conmigo, o con los dos.
La espeté... Mireilla... por favor, para un poquito, pobre nena, déjala en paz.
Que me vas a decir...Seguro que nunca se lo comieron como debe ser, tu eres un maestro y yo una experta.
Joder, tía, no seas bicho.
Mireilla disfrutaba de esos momentos de inocencia esporádica, que muy rara vez me invadían, pero en el fondo se me abrían las carnes con su desfachatez.
Efectivamente, cuatro gin tonics después,  la rubia, que vamos a llamar Roxi, estaba en el sofá del apartamento de Mireilla, semiabierta de piernas y con los labios pidiendo ayuda.
Mireilla se ocupaba de mi boca y de la rubia.
Yo me ocupaba de ambas, si... lo sé... suena sabroso, y lo era. Permitirme tragar saliva.
Meti la mano en las bragas de la rubia, en lugar de asco, no pude reprimir un ataque de risa contenida.
Me tengo que ir mi amor... le susurre al oído a mi amiga, hablamos mañana, mientras recibía una mirada inquisitoria que duró breves segundos.
Cuando llegaba al ascensor, alcancé a escuchar un grito...Coño!
Coño...precisamente no...pensé para mi... Buenas noches mi amor...

2 comentarios:

Edu Solano Lumbreras dijo...

cuando ser heterosexual convencido es una frontera,
cuando abrirse de piernas es más fácil que abrirse de mente,
cuando los trenes pasan
y nosotros los perdemos,
sin probar siquiera
como sería visitar
el otro lado...

(buen relato, tan lleno de preguntas...)

Ana dijo...

Diablos!!

Reconozco que vengo poco y que comento menos aún, pero esta maldita deformación profesional me obliga a confesar abiertamente (aunque no de piernas) que mejora usted su estilo a marchas forzadas.

Un placer, y además hoy, un placer con sonrisa incluída, cosa que me reconcilia con una pequeña parte del mundo.

Un beso :)